del Instituto donde cursó el Bachillerato en su ciudad natal.
El I.E.S. "Huarte de San Juan", de Linares (Jaén), lo nombró Profesor Honorario en un acto celebrado el 29 de enero.
M. Carmen López Frías y el poeta jerezano Manuel Saborido Pastor, amigos personales de Domingo F. Faílde, momentos antes de comenzar el acto.
Este retrato juvenil de Faílde, realizado por Goval, fue el cartel anunciador
El pasado 29 de enero, tal como se anunció en esta página, el poeta Domingo F. Faílde fue nombrado Profesor Honorario del I. E. S. Huarte de San Juan de Linares, su ciudad natal, en el transcurso de un acto literario programado al efecto. Intervino en primer lugar D. Cristóbal Casado Álvarez, profesor del Centro y organizador de las jornadas culturales a cuyo abrigo se celebraba esta actividad, que presentó al poeta e hizo una breve y emotiva semblanza del mismo, recordando los años de juventud, cuando ambos compartían la pasión de las primeras letras y se lanzaron a la búsqueda de la belleza y la libertad. Domingo F. Faílde, tras exponer las claves de su poética y la evolución de la misma a lo largo del tiempo, pasó revista a su trayectoria, que dividió en varios periodos, claramente delimitados, para centrarse, por último, en su obra presente y ofrecer a los asistentes, que llenaban el aula magna, una larga lectura de poemas, seguida por aquellos con enorme interés. Concluida la lectura, D. Francisco Hernández, director del Instituto donde Faílde estudió el Bachillerato, procedió al nombramiento e hizo entrega al poeta de una placa conmemorativa y un diploma que le acredita como Profesor Honorario del Centro. El autor homenajeado pronunció las siguientes palabras de agradecimiento: Iltmo. Sr. Director, Compañeros y compañeras en el quehacer docente –que, hasta hace poco tiempo, fue el mío-, señoras, señores: Hace sólo unos días, cuando comentaba con unos amigos que iba a recibir este inmerecido homenaje, recuerdo haberles dicho es grande este Instituto de mi infancia y adolescencia, pues hace falta serlo y en altísimo grado para honrar de este modo a uno de los alumnos más gamberros y perdularios de cuantos, como el célebre caballo de Atila, asolaron sus aulas, sabotearon la instalación eléctrica, saquearon –con guante blanco, eso sí- la biblioteca y utilizaron toneladas de tiza como goma-2 contra la augusta calva de uno de los conserjes, dejando a un lado, por pudor corporativo, el repertorio de bromas que tenían por diana a cierto profesor. Hoy me nombra este Centro profesor honorario y todo porque, en la fábula de la vida, elegí el papel de cigarra y consagré mi tiempo a la poesía, en vez de aprovecharlo en cualquier causa noble o humanitario quehacer. Soy reo de esta culpa, de esta enfermedad grave de escribir, y ni me arrepiento de lo uno ni deseo curarme de lo otro, pues si me acarrearon sinsabores y desengaños, también me regalaron el afecto de muchas personas y éste, sin duda alguna, es el único mérito que puedo exhibir. Gracias, muchas gracias, por haberme acercado a su corazón e intentar que aquel joven travieso tenga entre estas paredes un espacio privilegiado para seguir batiéndose contra el tiempo y librar su batalla contra el olvido. A ustedes se lo debo y también a los grandes maestros que nos precedieron en este duro oficio de enseñar, cuyos nombres, en letras de oro, alumbran mi memoria: don Arturo Soler Ruiz, doña María Angustias Vida Verdú, doña Sara Esther Freijido Fidalgo, don José Luis Sáez Vivanco, doña Mariana Camacho Beltrán... No quiero convertir estas breves palabras, apresuradas, en inventario incómodo de unos años difíciles, es cierto, cuando toda una generación –la mía- luchaba por ser ella, libre y feliz, en una España de la que, por mi parte –lo siento, Sr. Rajoy- no me siento orgulloso, acaso porque nunca me he sentido orgulloso de mí. Ahora que soy viejo y proclamo sin ira mi sangre jacobina, regreso a este escenario de tantas esperanzas, igual que el criminal vuelve al lugar del crimen, para caer en manos de la justicia: si recuerdan mi nombre en el futuro, pronúncienlo en voz baja. Tal vez así se amolde a la letra pequeña de los libros. Sinceramente, gracias. Por la noche, el Instituto ofreció una cena en el Hotel Cervantes. Durante todo el tiempo, Domingo F. Faílde estuvo acompañado por su esposa, la poeta Dolors Alberola y los amigos de ambos, el poeta jerezano Manuel Saborido y M. Carmen López Frías. También asistió al acto la madre del autor, quien, pese a su avanzada edad, quiso estar presente en el evento, así como los hermanos de Faílde, residentes en la ciudad.
En este edificio barroco, que fue hospital de S. Juan de Dios y es actualmente juzgado, tuvo su primera sede el Instituto "Huarte de San Juan", donde Domingo F. Faílde cursó estudios de Bachillerato
Así era Linares en los años 60, durante la juventud del poeta
Domingo F. Faílde
Un momento del acto, durante la presentación efectuada por Cristóbal Casado
Domingo F. Faílde. Un momento de su discurso
Cristóbal Casado y Domingo F. Faílde
Domingo F. Faílde y Dolors Alberola (arriba y abajo)